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Sé sabio. Trátate a ti mismo, a tu mente, con compasión y bondad. Si eres amable contigo mismo, serás amable con los demás.
Lama Yeshe
Las actitudes de bondad y honestidad se trabajarán conjuntamente y constituyen la misma unidad didáctica. En este bloque nos hemos centrado en el aspecto más interno de estas actitudes, considerando que para poder desarrollarlas con relación a los demás debemos comprenderlas en nuestra propia piel.
La adolescencia es un momento delicado, ya que se empiezan a descubrir las propias capacidades y limitaciones. La mirada honesta hacia nosotros mismos es el primer paso para saber adónde queremos ir. Ante el descubrimiento de nuestras limitaciones y de nuestros puntos débiles, necesitamos una mirada comprensiva, bondadosa, que actúe como punto de partida de una transformación positiva para sacar lo mejor que tenemos dentro. Mario Alonso[1] ha trabajado extensamente sobre las posibilidades creativas en relación con situaciones difíciles, y comenta con respeto a este tema: «Si nos aceptamos por lo que somos y por lo que no somos, podemos cambiar. Lo que se resiste, persiste. La aceptación es el núcleo de la transformación».
Contenidos
Honestidad
¿Qué es la honestidad?
La honestidad es la cualidad que brinda la oportunidad de actuar de forma clara e íntegra.
Actuar con honestidad implica que existe congruencia entre los pensamientos, los sentimientos, las palabras y los actos de una persona.
Supone actuar con nobleza y utilizar adecuadamente lo que nos ha sido confiado.
La práctica de la honestidad expresa respeto hacia uno mismo y hacia los demás, partiendo de la aceptación propia y del otro.
La honestidad hacia uno mismo es básica para empezar a trabajar en lo que no nos satisface.
¿Cómo contribuye la honestidad a la felicidad?
Obtenemos la confianza de los demás.
Nos permite gozar de la calma interior que surge cuando confiamos en que se puede ser ecuánime en el mundo y velar por los intereses de los demás, jugando limpio y cuidando a la vez de uno mismo.
Ayuda a tener la conciencia tranquila. La integridad es un poderoso antídoto contra el estrés y la tensión. Gracias a ella, uno puede mirarse tranquilamente en el espejo, dormir bien y sentirse satisfecho de la confianza que los demás depositan en él.
¿Cómo podemos desarrollar la honestidad?
Debemos ser conscientes de nuestras necesidades y aceptarnos como somos, pero también es importante valorar y tener en cuenta los intereses de las demás personas.
Aprovechando todas las oportunidades que tengamos para ser francos y honestos en la relación con los demás, sin que su nivel económico, sus recursos o su situación familiar determinen nuestra opinión.
Pensando en las ventajas que comporta ser honesto y recordando que solo las personas con una gran determinación y valentía perseveran en esta cualidad. Alegrándonos de ser una de esas personas.
La honestidad implica, asimismo, una determinación diaria de ser veraz y de no coger las cosas de los demás, ni directa ni indirectamente.
Antes de hacer una promesa o de adquirir un compromiso debemos asegurarnos de que podemos y queremos hacerlo.
Recordando la importancia que tiene ser digno de la confianza de los demás.
Bondad
¿Qué es la bondad?
La cualidad de aquel que se trata bien a sí mismo y a los demás. Actuar con bondad implica una mirada cálida, comprensiva y afectuosa.
Para practicar la mirada bondadosa es preciso comprender las circunstancias y las causas que nos llevan a nosotros mismos y a los demás a adoptar un determinado comportamiento. Esta comprensión no es sinónimo de pasividad.
La mirada bondadosa tiene que ver con la comprensión de que hay puntos de vista distintos al nuestro. Nos sirve para evitar juzgar a los demás desde nuestra óptica y para buscar soluciones más creativas.
La bondad conoce, con exquisita sabiduría, cuándo es apropiado decir o hacer algo. Se expresa a través de los pequeños detalles, como una suave caricia en la mejilla, un ligero apoyo para ayudar a alguien a cruzar la calle, una llamada telefónica o un acto desinteresado para ayudar a otra persona.
Es muy difícil ser bondadoso con alguien si previamente uno no ha desarrollado esta actitud hacia sí mismo. Solo a partir de la mirada honesta y amorosa hacia nosotros mismos podemos entender qué es la bondad.
Practicar la bondad no implica anteponer la felicidad de los demás a la propia.
No debemos confundir bondad con debilidad. Es justo lo contrario, es fortaleza de carácter.
¿Cómo contribuye la bondad a la felicidad?
La actitud bondadosa hacia uno mismo ayuda principalmente a las personas que son muy exigentes y perfeccionistas y que tienen tendencia a fijarse más en los errores que en los aciertos, así como a las personas que tienen una falta de autoestima, provocada por diversos motivos.
La actitud bondadosa hacia los demás nos ayuda a establecer relaciones familiares y personales más armoniosas y profundas.
Mejora la autoestima y el bienestar interior porque nos impide estar demasiado centrados en nosotros mismos y, además, nos permite fortalecer la conexión con las otras personas.
Actuar con bondad hace que nos sintamos bien y nos conecta con nuestro propio potencial y con el de los demás.
La bondad es necesaria para la supervivencia. Desde que nacemos, todos dependemos de la bondad, del esfuerzo, de la ayuda y de la atención de otras personas.
¿Cómo podemos desarrollar la bondad?
Creyendo que todos tenemos este potencial bondadoso. Se trata de hallar la forma de acceder a él.
Al comprobar en nosotros mismos los beneficios que comporta mirarnos de forma cálida y bondadosa, podemos motivarnos a ampliar esta actitud con relación a los demás.
No olvidando que querer lo mejor para el otro también puede implicar poner límites, hablar con firmeza o aplicar la disciplina.
Evitando juzgar a los demás, pues cada cual tiene su propia historia y ha llegado al punto en que se encuentra a través de sus propias circunstancias, a veces nada agradables. Se trata de ponernos en el lugar del otro y comprenderle en lugar de emitir juicios de valor simplemente porque piensa o actúa de forma distinta a como lo haríamos nosotros. Podemos aprovechar para aprender de las diferencias.
Entendiendo que es relativamente sencillo ser bondadoso con la gente que nos gusta o que nos trata bien pero que, si queremos contribuir a que el mundo sea mejor, necesitamos desarrollar la capacidad de ser también bondadosos con los que no nos aprecian tanto.
Aceptando el reto de ser educados con alguien que no los es con nosotros, ayudando a alguien aunque no valore nuestra ayuda, ofreciendo algo a quien lo rechaza y aprendiendo de esto.
Recordando que la práctica de la bondad hacia uno mismo es imprescindible para construir una personalidad sana, que no depende emocionalmente de los demás. Comprendiendo que la bondad implica compartir un espacio de ternura dentro de nosotros y que solo lo podremos hacer si nos prestamos la debida atención compasiva.
Comprendiendo que aunque a veces adoptar esta actitud puede resultar difícil, debido a nuestras pautas de comportamiento automáticas o los prejuicios, es la manera que tenemos de crear nuevos hábitos de actuación que nos aporten más satisfacción y bienestar.
[1] Mario Alonso es médico cirujano del aparato digestivo, Fellow de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard y miembro de la Academia de Ciencias de Nueva York y de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia.