Objetivos
Comprensión del papel que desempeñan las emociones y los hábitos de conducta en nuestras vidas
Los contenidos, los materiales y las actividades que se presentan en esta unidad didáctica tienen como objetivo principal hacer que los alumnos se den cuenta de cuáles son sus emociones y de cómo estas, de forma casi automática, dirigen sus acciones. Un segundo objetivo es crear el hábito de observar el grado de satisfacción que les provocan sus actos, escuchando cuáles son las acciones que les hacen sentir bien y cuáles no.
Comprensión del fenómeno artístico: intenciones y emociones
El arte es, en esencia, emoción y acción. Uno de los motivos que llevan al hombre a crear, a ser un «artista», es el hecho de no poder evitar expresar las emociones que tiene en su interior. El arte es además el fruto de una acción determinada, de una intención concreta y única.
Se trata de comprender que, del mismo modo que las obras de arte son percibidas de modo distinto según quién sea el espectador y cuáles sean sus circunstancias externas e internas, detrás de toda gran obra de arte hay una persona que piensa y siente de una forma determinada. Son precisamente estas emociones y pensamientos los que llevan al artista a realizar una obra concreta. El hecho de comprender la complejidad de factores que impulsan al ser humano a expresarse de una determinada manera nos acerca a la obra y a nosotros mismos.
Respecto al concepto de obra de arte, el historiador Ernst H. Gombrich comenta: «Las obras de arte no son fruto de alguna misteriosa actividad, sino que son objetos realizados por y para seres humanos».[1] Cada una de las pinceladas de un cuadro es fruto de una decisión del artista, que reflexionó, dudó, cambió y acabó decidiendo cómo quería realizar la obra. Debemos tener en cuenta, además, que a veces las obras que hoy hallamos en los museos no fueron concebidas para ser apreciadas artísticamente, sino que se ejecutaron para una ocasión concreta y con un propósito definido que no tiene por qué ser el mismo que hoy nos lleva a observarlas.
El artista busca la expresión exacta que se adecue a lo que quiere explicar, pero, si le preguntásemos por qué hizo una determinada cosa o suprimió otra, muchas veces no sabría qué contestar, pues siguió su intuición. En ocasiones, los artistas han tratado de establecer unas reglas que seguir, pero, cuando otros han intentado poner en práctica esas teorías han conseguido unos resultados muy mediocres. Este hecho pone en evidencia que en las obras que nos llegan hay algo especial, y me atrevería a decir que, para que la obra realmente nos impacte, el artista tiene que haber conectado antes consigo mismo.
Fabrice Midal entiende que el principal peligro a la hora de contemplar una obra de arte es valorar solo la estética: «Al contrario de lo que creemos, el arte no tiene nada que ver con un placer sensible que nos permita embriagarnos; nos invita a un sobresalto en que se cuestiona nuestro propio ser».[2]
El arte oculta algo. Entender qué motivación hay detrás de la obra y qué pensamientos y emociones estaban presentes en la persona que la realizó nos sirve para liberarnos de prejuicios y poder conectar con nuestras propias emociones a partir de la obra de arte. Se trata de entender los motivos que llevaron al artista a alterar la apariencia de lo que vio, de preguntarnos si no seremos nosotros los equivocados, de dejarnos transportar por la obra, sintiéndola, escuchándola.
Comprensión de la importancia de dedicar un espacio de tiempo a calmar la mente
En el primer bloque, uno de los objetivos era ir introduciendo poco a poco el hábito de empezar la clase con pequeños ratos de introspección. El objetivo del bloque 2 es consolidar la práctica a partir de la comprensión de que estos ratos destinados a calmar y centrar la mente desempeñan un papel importante a la hora de conocer con mayor profundidad el motor que nos impulsa. La observación atenta nos permite observar qué emociones nos conducen, cuáles son las motivaciones de nuestros actos y cuáles son los hábitos que vamos forjando.
Un hábito positivo es aprender a escucharnos a nosotros mismos, primero a partir de estos ratos de respiración consciente para, después, poder ampliar la observación a todo lo que hacemos y sentimos. Un hábito cambia incorporando otro. El hábito de calmar la mente nos ayuda a mejorar la concentración y la atención en lo que estamos haciendo.
Debemos considerar también que, para poder hacer una obra que llegue al espectador, el artista estuvo presente y concentrado en lo que hacía, con atención plena. Esta comunión entre el artista y la obra es lo que nosotros captamos, lo que desencadena nuestras emociones. La diferencia entre un genio y cualquiera de nosotros nos es sino la capacidad de estar concentrado, con atención plena, en una actividad durante un espacio de tiempo superior.
Metodología
La respiración está muy relacionada con la parte emocional de la persona. Observar cómo es nuestra respiración constituye una manera de conectar con cómo estamos. Podemos comprobar, por ejemplo, que si estamos tensos tendemos a respirar de forma muy superficial, y que determinadas emociones, como el miedo o la ira, acortan las respiraciones.
El hábito de observar la respiración y dejar pasar los pensamientos sin que nos atrapen también nos ayuda a darnos cuenta del componente transitorio de las emociones que experimentamos y a creer menos en ellas. Así favorecemos que se vayan y vengan emociones nuevas. Prestar atención plena a la respiración a partir de unas respiraciones profundas también puede servir para cortar estados emocionales perturbadores. En los anexos se adjunta la transcripción de un ejercicio propuesto por Thich Nhat Hanh, que por su simplicidad puede ser muy útil de aplicar en el aula.
Nos aproximaremos a este tema tan complejo a partir de la presentación Arte y emociones. Se trata de intentar entender cuáles eran las emociones que llevaron al artista a crear una determinada obra, cuál fue el motor de la acción, la intención que condujo a la realización de la obra.
A partir de Las Meninas de Velázquez y de las reinterpretaciones del cuadro que han hecho distintos artistas, podemos ver lo compleja que puede llegar a ser la interpretación de una obra. Se trata de que los estudiantes se pregunten qué emociones esconden los distintos personajes, y que esto les lleve a preguntarse cuáles son las suyas propias en el momento de realizar la actividad, o cuáles han sido durante la última semana, o durante el último mes. A partir de aquí, los alumnos experimentarán haciendo una reinterpretación de uno de los personajes del cuadro.
El hecho de observar qué han realizado los compañeros y de integrar todos los personajes en una obra conjunta, les sirve para reflexionar sobre cuáles eran las emociones que impulsaban a los demás y empezar a entender los sentimientos de sus compañeros. Es un primer paso hacia la empatía.
Con el fin de integrar lo aprendido y de que tomen consciencia de qué les ha aportado esta unidad, se les pedirá que después de un minuto de silencio escriban un pensamiento o una conclusión personal. Se trata de que sea lo que les venga a la mente de forma intuitiva, en aquel momento concreto, sin cuestionarlo ni elaborarlo, de modo que sea lo más sentido posible. No es preciso que pongan el nombre en la reflexión ni tampoco destinar a esta actividad más de cinco minutos. Estos escritos pueden constituir en otro momento un elemento de reflexión muy valioso.
[1] Ernst H. Gombrich: Historia del arte. Madrid: Alianza, 1980.
[2] Fabrice Midal: Quel bouddhisme pour l’Occident? París: Seuil, 2006