En Educación Universal se valora especialmente que el educador pueda elaborar un método adecuado a su medida y a la de los educandos con los que trabaja. Para ello necesitará, además de conocer bien los valores y capacidades que ha de transmitir y desarrollar, encarnarlos en la medida de lo posible, y hacer uso en la práctica de su propia experiencia y sabiduría.
Así, el recurso, material o libro concreto a utilizar no es tan importante, como a quién se dirige y cómo se usa. Por ello, en las diversas propuestas de formación que se ofrecen, se intenta potenciar esa habilidad y sugerir o inspirar posibles senderos más que fijar un único método.
Para dotar de coherencia e inspiración al proceso educativo, es esencial que el educador sea un referente para los educandos y ejemplo de lo que enseña o transmite. Lo que requiere estar abierto a un proceso constante de autoconocimiento y evolución personal, de humildad para reconocer las propias capacidades y limitaciones, y aceptar la incertidumbre propia de la búsqueda de conocimiento.
Además de confiar en su habilidad y conocimientos, es fundamental que el educador genere plena confianza en el potencial del educando, y que sepa transmitir esa confianza y valoración como forma de empoderamiento, para que el educando pueda a su vez valorarse, reconocer y cultivar su potencial.
En todo caso, la metodología ha de estar al servicio de los ejes principales del proyecto educativo, entre los cuales cabe resaltar:
Educar para ser felices, para colmar la aspiración que compartimos los seres humanos al pleno bienestar. Que favorezca el equilibrio y la armonía interna de la persona, para que pueda abrirse de forma natural y empática a los demás y contribuir al equilibrio y armonía de su entorno y global.
Que incida, de forma equilibrada, en todas las dimensiones de la persona: física, cognitiva, emocional, social y existencial. Dirigida a formar a la persona integralmente, en todas las esferas de la vida, y no meramente encaminada a un conocimiento de lo material o técnico como capacitación profesional.
Que proporcione un aprendizaje experiencial, con métodos activos que vayan más allá del mero conocimiento intelectual y permitan generar un conocimiento vivencial e integrado, que pueda ser llevado de forma natural a la vida.
Que incluya técnicas de introspección, como la meditación o la imaginación creativa, para cultivar la atención y concentración, facilitar el proceso de aprendizaje y de conocimiento, y para desarrollar cualidades y valores que despiertan el potencial de la persona.
Que aborde, con mente abierta, cuestiones humanistas y filosóficas relevantes y universales como, por ejemplo, ¿qué somos?, ¿qué es real? o las formas válidas de conocimiento. Todo ello para dar satisfacción a la necesidad de sentido y conocimiento y encontrar nuestro papel en la existencia.